Mientras su caballo bebía, él cantaba un hermoso cantar, tan hermoso, que las aves del cielo se paraban a escuchar, los caminantes detenían su caminar y los navegantes volvían su nave hacia aquel lugar.
Desde la torre más alta la reina le escuchó cantar y le dijo a su hija que estaba cantando la sirenita del mar. Su hija, escuchando, reconoce ese cantar y dice que no una sirena, sino el conde Olinos que por ella penando está.
La reina, enfadada, mandó matar al conde. Murió a media noche y ella a los callos cantar, porque no pudo soportar la muerte de su amado.
A ella, como hija de reyes, la enterraron en el altar y a él, como hijo de condes, unos pasos más atrás.
De ella nació un rosal blanco y de él un espino albar; los dos crecieron tanto que se juntaron.La reina, furiosa, los mandó cortar y el galán que los cortaba, de la pena que le dio cortarlos, no cesaba de llorar.
De ella nació un garza y de él un fuerte gavilán que, desde entonces, cruzan los cielos.
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